viernes, 11 de septiembre de 2009

Mostrar los dientes


En verdad no recuerdo bien de donde apareció, pero eso ahora no viene al caso. Era un felino, de color sueño, mutaba en cada movimiento de su cuerpo suave. Supongamos que era un tigre, un león, tampoco sé, pero teníamos casi la misma altura. Estábamos frente al mar, rodeados de gente querida que llevaba guirnaldas violetas en los cuellos y los hombros descubiertos a causa del calor. La noche había olvidado el viento y la brisa leve de las olas hacia cintilar las estrellas y la luna.
Lo tome de las patas suaves, aterciopeladas; traía las uñas prolijamente cortadas. Quedó parado sobre sus piernas traseras como un dibujo animado, una irrealidad. Me miro asustado con sus ojos profundos y vidriosos. Tembló un poco. No hizo falta la música, empezamos a bailar en el silencio: unos pasos a la derecha, uno atrás, dos a la izquierda. Su cuerpo elástico se fue soltando de a poco y pronto estuvimos girando como dos bailarines, o dos flores: hicimos una ronda interminable. Y el con su cara seria y nerviosa. Entonces yo sonreí y él abrió su boca de para en par, levanto sus labios hasta hacerlos desaparecer y sus dientes finos filosos, tan blancos, inmaculados aparecieron como la felicidad.
Todos estaban asombrados, atónitos, un poco nerviosos. Pero Olivia, en su milagro de creer dijo: “Papá cuando se ríe tanto también muestra los dientes”.
Las sonrisas y las danzas se fueron repitiendo toda la noche, como una continuidad de días tibios. A mi por momentos me parecía que él era una oveja o un cordero. Y él solo sabia que había aprendido a ser feliz

2 comentarios:

name dijo...

me dejas sin palabras.. solo puedo decirte que me encanto millones!!

chihiro dijo...

Nada mejor que despertar riendo al lado de un corderito!