“Si les facilitas la palabra cuentan historias divinas”, dijo él con una sonrisa construida en el fantástico proceso de hacer. Tenia atrás cientos de días, su medida de tiempo no eran los segundos: elegía la inmensidad. Desde ahí que tiene esa facilidad de palabras de barro, lejos de todo cuanto roce el cielo. Tuve ganas de abrazarlo fuerte cuando empezó a sonar la música, pero él ya no estaba ahí, ahora charlaba con Dios.
Primero dijo que todo ese cuento de Dios era casi peronista. Después del vino y del paseo miró las fotos y me dijo: este hombre está cercano a Dios. Me agarro la mano muy fuerte y se acercó a darme un beso. No sé si era un predicador, un sabio o una certeza. Si les facilitas la palabra cuentan historias divinas.
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